Pensamientos fugaces en el reducido espacio doméstico. Días de recogimiento y prudencia. Abrir las ventanas veraniegas, las puertas… que corra el aire en el salón y penetre en mí el aroma de la intemperie soleada. Alzar la mirada y observar, en dirección contraria a la brisa agradecida que penetra desde el exterior, el mundo más amplio que estas cuatro paredes desarrollándose, al ralentí, en la calle durante esta extraña pandemia. La ansiedad de la aurora se va impregnando de vitalizante luz natural y la brisa acaricia mi conciencia adormecida, provocándome un despertar interno. Vivir, convivir, resistir. Todos a una y, a veces, cada cual por su lado. Imprevisto que nos enseña a mirar atrás en la memoria de la humanidad y ofrece una dolorosa cura de humildad. Y, al fin y al cabo, vivir, atravesar el trance en confinamiento, en este presente incierto con solución cierta.