Un microrrelato que es a su vez una reflexión sobre el arte de hacer balance de una pandemia que va quedando atrás: el momento de repensar la vida y la naturaleza.
Alza la mirada, observa tu entorno. Busca el encuentro. Un largo periodo de desconexión. Carencias afectivas: pérdida de la socialización: vida en pandemia. Y va llegando un resurgir. Una vida que se quiere complementar con el ser cercano, notar el tacto de su piel, la humedad de su boca, el roce de sus formas. Reencontrarse con la caricia perdida.
Hace un año que a muchos no les ves, o les ves pero no les tocas. Cuando les ves, es sobre esa mascarilla que ya es un signo de los tiempos a quedar atrás. Todo tan poco natural como el aire contaminado que respiramos, tan artificial como ciertas relaciones que labra la era digital.
Reunidos de nuevo, vacunados de pandemias, recordáis cómo, de pequeños, veraneabais en esa España que dicen vaciada. Viaja la memoria a ríos y mares limpios en cuyas orillas quedabais magnetizados por el reflejo de la luz solar en el agua.
Es la oportunidad de tratarla de cerca de nuevo, de ir recobrando el contacto de la emoción más directa, del pensamiento en diálogo. Es el momento de revivir y retomar la oportunidad que creíste ahogada de entrar en las esencias de su intimidad. Es el momento de repensar la vida, de reconquistar el verde de la vegetación y el azul del cielo y el mar. Toca hacer balance.