Pensamientos: La virtud. Un proyecto de vida.

Reflexión del autor sobre su búsqueda de la virtud.

Pensamientos en los que, a través de la alteridad, el autor reflexiona sobre la virtud: madurez y sabiduría cuya admiración nació en la juventud.

Quizá, en la otoñal mañana de este verano extraño, uno tome el camino recto hacia la virtud. Se dice que esta es aburrida, que obstruye la diversión y nuestra característica picaresca. Pero, pienso yo repentinamente, abre el corazón.

La gente camina en calmada lentitud por la calle, con un aire de vacaciones veraniegas. Despreocupada. Tú, descubres que lo bueno, por sentido común, tiene toda la probabilidad de cobrar forma de madurez y sabiduría. Aquella misma sabiduría que admirabas en tu juventud. Descubres que los bienes materiales constituyen una fortaleza en la que cobijar el cuerpo y alimentar el espíritu con calmada tranquilidad. Pero también sabes que capitalismo abriga una trampa que ciega: la ambición, la prepotencia o, simplemente, una suspicacia ante quien no tiene lo que has alcanzado con el sudor de tu frente.

La gente transita calmada, a paso lento por la calle fresca en este verano extraño, y tú te empiezas a ver, de nuevo, centrado. Como si estuvieras empezando a cerrar el círculo que se empezó a dibujar cuando, con profunda clarividencia de juventud, te planteaste el proyecto de vida que seguirías durante tantos años.

Pensamientos: Frágil estrella del tiempo. Recuerdos de un afecto.

Recuerdos de un sueño que da sentido a un afecto de antaño recuperado en el presente.

Pensamientos que recogen el sueño que cierra el ciclo de un lejano afecto, entre la juventud de mi persona y un hombre que ya peina cabello blanco, en un presente de reencuentro.

En un ambiente onírico, por cuanto tiene de inesperada mi compañía, grata, cálida, entrañable. Tantos años fueron los que pasamos conversando construyendo un puente sobre la frontera que establecía nuestra edad, él con su cabello blanco y yo con mi juventud herida, mesurada y, a la vez, torrencial.

En tales circunstancias paseo por las proximidades de la que tantos años fuera mi casa, mi hogar, ahora disfrutado por vidas diferentes que quieren cumplir su propio ciclo. Conversamos, el hombre ya anciano y yo, al principio levemente, con mucho tacto: el propio de dos personas que, en su aprecio mutuo, hace tantos años que no se ven, en un encuentro que, ya, ni esperaban, salvo por la perenne intuición de que el destino lo obraría algún día. Encuentro, conocimiento, vínculo perdido en el océano del tiempo y, por fin, tiempo recuperado.

Antaño proyectamos futuros, de los que hablamos ahora, en tono risueño, como un pasado consumado. El afecto, interiorizado, se había perdido en la profundidad de la intimidad inconsciente y ambos, peleados con nosotros mismos y nuestros fantasmas, zarandeábamos sin saberlo la confianza que un día nació, el calor que se nos transmitió, pero siempre conservamos en nuestro interior la sabiduría transmitida por el contacto cercano y continuado. Sin duda, frágil estrella del tiempo, el afecto verdadero superó por fin, mientras nos mirábamos, el viejo y yo, al correr de los vientos de la actualidad, las trabas.

Así que, pasado un tiempo en que el recuerdo de este sueño reposa, me siento, el aliento reposado, y escribo este testimonio tan meditado como sentido.

Pensamientos: Sueños. Ilusiones y autoconocimiento.

Una reflexión sobre lo que significan los sueños para nosotros.

Pensamientos en torno a lo que son para nosotros los sueños, que atraviesan las sombras de la noche pero también la vigilia, ofreciéndonos ilusiones y, por otro lado, autoconocimiento.

Sueños son lo que uno vive en nocturno descanso, atravesado el límite que se impone en los horizontes de la vigilia. Sentir que se vive, y quizá vivir cayendo en la cuenta de que no ha hecho falta una experiencia material. Que la vivencia anímica ya de por sí le ha servido a uno para enriquecer su bagaje personal. En un camino, el de las sombras  de la noche, que nos otorga una certera luz. Regalando una chispa más de energía a nuestra conciencia, que, con ello, avanza en la aventura del autoconocimiento revelado.

Sueños son, también, zonas oscuras que no quisiéramos ver pero se nos muestran en el momento de la guardia baja. Son la huida de lo real que retrasa y retrasa el despertar hasta caer en la inactividad. Sueños, en fin, son lo que vivimos en la vigilia cuando nos abstraemos en nuestra personal imaginación: proyecciones de realidades futuras o, simplemente, proyecciones de nosotros mismos. Sueños que, a veces, se convierten en realidades y otras veces nos dan el disgusto de la decepción de una ilusión demasiado distorsionada.

El sueño es el complemento de la vigilia, la otra cara de la moneda. Es descanso y es placer. También puede ser sufrimiento. Sueño es algo en lo que no me miento, que me descubre verdades ocultas; pero sueño también es ese velo que corro sobre mí mismo. Soñar despierto no equivale a soñar dormido y, para tener conciencia durante el día, solemos olvidar la noche. Días y noches, sueño y vigilia. Ilusiones y autoconocimiento. Vivir en la actividad y el descanso reconstituyente. Al final, todo es un ciclo.

Tentaciones

Tentaciones. La de un rostro bello en un cuerpo joven. La de una mirada que interpreta con sabiduría una vida dilatada sobre un cuerpo que no arrastra sus cicatrices, sino que las mueve en su caminar con elegancia. Tentaciones que son un despertar: un nuevo despertar al tú, al otro. En una voluntad de darse sin perderse, o quizá de perderse al darse. Con aquella voluntad de conservar el juicio que empieza a ser consciente de que, a veces, es preciso perderlo para darse a la vida. Quizá sea después cuando, calmados los mares, la vida cobre nuevo significado y el sentido regrese revitalizado a uno. Así que hay dejarse tentar y ofrecerse, a su vez, como tentación al otro. Tentaciones que llevan al amanecer del mestizaje en las emociones y las experiencias, al mestizaje de la carne. La transmisión de la intimidad de nuestro ser, entrega y recepción. Dar y recibir. Quién hubiera dicho que las tentaciones podían dar tales frutos.

Debo estar hablando con un ángel

Debo estar hablando con un ángel. Mis sueños emergen en forma de realidad: los afectos muestran su consistencia en la calidad de su pureza, quizá ayudados porque el filtro en la socialización está afinado con la edad; las ideas antaño más abstractas se han ido traduciendo en visiones reconocibles del paisaje exterior; el proyecto se ha convertido en obra fecunda. Y, entretanto, hubo un momento en que me empobrecí, otro en que envejecí y, experimentando la felicidad en forma de llamaradas esporádicas, como un arcoíris o un guiso excelso acompañado de comensales bienhumorados en un día significado, me doy cuenta de lo obcecado que he sido: que, hasta que no me he sentido seguro de lograr el propósito, lo he perseguido con fe ciega, nublado a otros goces de la vida hasta edad avanzada. Y ahora, cuando puedo empezar a cuadrarlo todo, veo el gusto en el afecto sencillo o el morbo de la sofisticación. Debo estar hablando con un ángel porque, por fin, dejo de hacer oídos sordos, despierto a la percepción de lo que siempre se me advirtió que iba a carecer y empiezo a beber de los frutos de la paradoja que surcó los años para darse a entender en mí.