Microrrelato: Un velo en el paraíso. Sueño.

Narración breve sobre la contemplación de la belleza.

Microrrelato que trata sobre el velo que cubre a la belleza que observas tocado por la gracia y la salida de ese paraíso con el despertar.

¿Era una escultura? De tacto suave y pétreo, me transmitía, sin embargo, la sensación de que latía. ¿Era un árbol? Me provocaba la alegría que generan los árboles floridos invitando a ese amor que dicen tan característico de la primavera. Por más que me detenía a observar su figura, no llegaba a una conclusión. Como si la naturaleza de la belleza fuera algo intangible, invisible desde el momento en que uno siente -feliz percibía yo su figura- que está tocado por la gracia. Cuando me desperté, perdí el velo de la inocencia, de la felicidad de una cierta niñez, aquella en que uno siente que ha estado en el paraíso.

Microrrelato: Cuarenta primaveras. Sobre dos vidas unidas.

Breve narración que hace balance sobre una pareja ya en los cuarenta.

Microrrelato que echa la vista atrás a la relación de una pareja que, ya, entra en sus cuarenta primaveras.

Te digo que la manera en que te mueves me hace fijar los ojos en ti, en tu cadera y esas piernas tan ceñidas por el vaquero ajustado. Como si el tiempo no hubiera pasado por nuestras vidas y esta relación estuviera en sus más tiernos inicios, como si los otoños no hubieran sucedido a tantos veranos. Pensando que, con nuestras cuarenta primaveras a cuestas, transitamos la mitad de nuestras vidas aprendiendo a vivir, a mirar, a respirar… a defendernos del prójimo… y que la otra mitad, hasta llegar al día de hoy, la hemos recorrido juntos. Juntos como caminamos hacia el fututo senil, habiendo dejado el fruto de nuestra pequeña prole, que crece y se consolida en el camino hacia una vida regida por su propio timón.

Ralentizas tu paso y, ahora, es tu brazo el que se deleita rodeando mi cadera, acompañando el gesto tierno de una voz leve y  melodiosa que me hace sonreír cuando ya vamos llegando al restaurante para celebrar ese día tan señalado, que no es un aniversario de bodas pero sí recuerda, de manera fija, aquel día en que, ingenuos del porvenir, iniciamos nuestro juvenil noviazgo.

Microrrelato: Vivían en la ciudad del mar. Un amor.

Historia de un amor que surge en una ciudad costera y perdura a lo largo de la vida.

Microrrelato sobre una pareja que descubre su amor en la juventud y ve cómo, con el transcurso de la vida, este supera todas las fronteras.

Vivían en la ciudad del mar. Se lo dijeron tantas veces porque, extraños ambos a aquellas tierras antaño, fue allí donde se conocieron. Cruzaron sus miradas en un aula de la universidad, cuando él ya estaba concluyendo sus estudios y ella impartía ya sus primeras clases. Sí, los ojos de la profesora desde la tarima confluyeron con los del estudiante aventajado y rebelde en los bancos de los alumnos. Hacía tanto tiempo de aquello, cuando aún no habían descubierto las fluctuaciones de su relación, cuando tuvieron el primer despertar a la vida adulta a través de la conciencia del enamoramiento.

Y, sin embargo, tras las infidelidades de él, tras el nacimiento de la inquietud sentimental hacia la mujer en ella, crisis y heridas de las que resurgió su amor con la solidez de las lagunas cubiertas, de los misterios resueltos, confluían de nuevo, paseando en atardeceres mágicos por el puerto de Barcelona y rehacían el rompecabezas de su relación. Porque, al fin, sabían que lo suyo trascendía tentaciones terrenas y se lanzaba a la magia de lo inexplicable. Más allá de toda ciencia, hermanado con una magia de la que no tenían conocimientos y sí vivencia. Eran, ella, eran, él, una pareja completa.

Microrrelato: Ciudades. Un viaje de ida y vuelta.

Una historia sobre dos ciudades.

Microrrelato que declara una voluntad de cambiar de ciudad de residencia, en busca de Florencia, con su arte y el amor de juventud que allí reside.

El tiempo refresca en la ciudad, engañando al verano con una sensación aparentemente otoñal. Y no han sido más que las primeras lluvias de agosto. En este mes recién estrenado, cuando uno ha salido, temprano por la mañana, en busca del encuentro con la calle, ha encontrado repentinamente la clarividencia. Dejará esta ciudad, antaño envolvente y mágica, luego turística hasta el exceso y, ahora, lugar decaído que, sin embargo, ha logrado transmitirle a uno, con el paso de los años y con un poso que se nota a día de hoy, su cercanía sentimental.

Dejará uno a los amigos próximos cuyo afecto ha ido enhebrando por el camino, dejará el empleo que tanto le costó encontrar y volará a Florencia, detrás del amor de juventud que vive allí, quién sabe si casada y arraigada en afectos nuevos difíciles de reemplazar; irá en busca de la ciudad que le encandiló en aquellos años pretéritos, dejándole la huella de su luz al atardecer y de su arte. Irá por puro romanticismo y por pasión artística.

Y dejará un mundo atrás. El mundo de esta ciudad que habita hoy aún y en la que siempre creyó que echaría unas raíces relativas. Se irá sin certezas ni tristezas. Abrirá un tiempo nuevo en su vida. Quizá, esta vez, eche por fin raíces en un lugar para siempre. Quizá reencuentre su amor de antaño. Igual encuentre de nuevo aquella luz que le impresionó tiempo atrás, ame de nuevo a quien ya fue amada por él. Y quizá tan sólo suceda que, en su viaje de escape, halle una temporada de desesperación tras el desencanto provocado por ilusiones rotas, regresando a esta ciudad que sí había surcado ya sus emociones y le había entregado espacios vitales. Quizá, sí, vuelva a morir donde creció su padre.

Microrrelato: Hacer balance. Una oportunidad.

Una historia que hace balance de la pandemia como una oportunidad.

Un microrrelato que es a su vez una reflexión sobre el arte de hacer balance de una pandemia que va quedando atrás: el momento de repensar la vida y la naturaleza.

Alza la mirada, observa tu entorno. Busca el encuentro. Un largo periodo de desconexión. Carencias afectivas: pérdida de la socialización: vida en pandemia. Y va llegando un resurgir. Una vida que se quiere complementar con el ser cercano, notar el tacto de su piel, la humedad de su boca, el roce de sus formas. Reencontrarse con la caricia perdida.

Hace un año que a muchos no les ves, o les ves pero no les tocas. Cuando les ves, es sobre esa mascarilla que ya es un signo de los tiempos a quedar atrás. Todo tan poco natural como el aire contaminado que respiramos, tan artificial como ciertas relaciones que labra la era digital.

Reunidos de nuevo, vacunados de pandemias, recordáis cómo, de pequeños, veraneabais en esa España que dicen vaciada. Viaja la memoria a ríos y mares limpios en cuyas orillas quedabais magnetizados por el reflejo de la luz solar en el agua.

Es la oportunidad de tratarla de cerca de nuevo, de ir recobrando el contacto de la emoción más directa, del pensamiento en diálogo. Es el momento de revivir y retomar la oportunidad que creíste ahogada de entrar en las esencias de su intimidad. Es el momento de repensar la vida, de reconquistar el verde de la vegetación y el azul del cielo y el mar. Toca hacer balance.