Microrrelato que narra los recuerdos de una anciana envuelta en la verbena de San Juan de camino al sueño eterno.
La guerra estaba declarada. Pólvora creando, a su estallido, un concierto infernal. Junto a la puerta de entrada del piso, el perro ladraba desgañitándose y ella, desde la cama que le pedía descanso a su avanzada edad, se daba cuenta de que, un año más, no podría conciliar el sueño: se celebraba, como cada año, por todo lo alto la verbena de San Juan. Los chavales se divertían desatados en la calle, las azoteas se convertían en salas de baile improvisadas y, desde el lecho, tras cada tentativa de reposo, iba recordando que ella también fue joven. Se vio con Margarita, Pau, Roser y Pere quemando la pólvora de los petardos sin compasión en la edad en que su cuerpo anunciaba al mundo sus formas. Corría, por aquel entonces, campo a través en el extrarradio de la ciudad que la había visto nacer con vestidos predominantemente rojos, apasionada ella, eufórica por entrar en una juventud feliz. Vagaba, desde la cama que buscaba el descanso de su vejez, entre los recuerdos felices. Desvelada ya, su mente fue hacia el accidente que segó la vida de Pau a una edad demasiado temprana, hacia el matrimonio feliz de Roser y Pere, la larga viudedad de Roser, con quien compartió el camino de la vida hasta que, aquella, vio cortado el hilo de la suya y ella se vio a sí misma, longeva, demasiado longeva, víctima del apocalipsis pirotécnico de la verbena de San Juan. Se sintió mareada, pero no supo si era por el intenso deseo de dormir o porque su cuerpo le anunciaba la llegada de un sueño profundo. Se sumió en el indefinido mundo del reposo y sumó sus ronquidos a la orquesta que ofrecía la festiva batalla de la noche. Sudó en un sueño profundo e inquieto, le vino de un fogonazo la imagen de su marido en una lucidez onírica y se sobresaltó sin llegar a despertar. Prosiguió su sueño agitado y, al llegar el alba, cuando la pólvora había cesado en la calle, encontró el descanso final, uniéndose en un mundo más sosegado a sus añorados Margarita, Pau, Roser y Pere.