Microrrelato que trata sobre el velo que cubre a la belleza que observas tocado por la gracia y la salida de ese paraíso con el despertar.
¿Era una escultura? De tacto suave y pétreo, me transmitía, sin embargo, la sensación de que latía. ¿Era un árbol? Me provocaba la alegría que generan los árboles floridos invitando a ese amor que dicen tan característico de la primavera. Por más que me detenía a observar su figura, no llegaba a una conclusión. Como si la naturaleza de la belleza fuera algo intangible, invisible desde el momento en que uno siente -feliz percibía yo su figura- que está tocado por la gracia. Cuando me desperté, perdí el velo de la inocencia, de la felicidad de una cierta niñez, aquella en que uno siente que ha estado en el paraíso.