Microrrelato: La gitanica. Placer durmiente.

Historia de la evocación onírica de una gitana.

Un microrrelato sobre el desvelarse y el soñar, la búsqueda del encuentro con el prójimo y la sensualidad inesperada.

Desvelarse. Ver cómo el día va despertando y sentir la necesidad de salir al encuentro de la gente, con pocas energías pero lleno de ganas, unas ganas igual ciegas. Ciegas de perspectiva, de sensatez. Salir, salir, salir.

Buscar el contacto con el prójimo, ese ser que ya no es el amigo o el conocido con quien charlar, estrecharse la mano o darse una palmada en la espalda. Se trata de perderse entre el gentío anónimo congregado en torno al mercado dominical, curioseando entre lo que se ofrece y, quizá, comprando algún capricho.

Yo, detengo la mirada que anida sobre este casto cuerpo que me ha impuesto la pandemia agonizante sobre una gitanica. Treinta años si los alcanza, con unos ojos marrones que irradian luz, un pecho que anuncia maravillas bajo la ceñida camiseta. Sigo mi rumbo entre puestos con la sensación de haber visto mis menguadas energías vitalizadas por una chispa de vida, un fogonazo de luz, y regreso a casa para caer rendido, tumbado de nuevo en la cama, reunido con el sueño, que vela mi mirada y vela por mí en la aventura que crea, fantasía o realización interior, estrechándome en la intimidad con la gitana observada un rato antes.

Foco de energía y sensualidad, placer durmiente, descanso y regocijo: por fin, la recompensa de un domingo.

Microrrelato: Un huerto vertical. Sobre un alegre vecindario.

Historia sobre un barrio y su huerto.

Microrrelato sobre un deprimido barrio cuyo vecindario se las ingenia para sacarle una sonrisa a la vida con iniciativas tan singulares como crear un huerto vertical.

Los alegres vecinos del deprimido barrio tenían como secreto de su buen ánimo el ingenio y no amilanarse ante las adversidades, amén de una estupenda filosofía de la vida conforme a la cual, si nunca habían tenido nada, tampoco lo iban a echar en falta. Ello no obstaba a una pequeña tendencia sibarita cuando fuera necesario, o la licencia del sueño satisfecho cuando a otros les hubiera parecido inalcanzable.

Fue tal la situación, que a algunos vecinos se les antojó tener un huerto urbano. Pero, ¿cómo? En la zona no había el menor espacio para el cultivo, todo obras que les lanzaban la amenaza del desahucio, de la pérdida de sus raíces en favor de los intereses financieros. Sin embargo, quizá un poco alterado su ánimo por la  mezcla de cervezas locales y bocanadas de humos prohibidos, paseaba el vecino, alto, joven, maceta en mano de camino a casa de su pareja, y tuvo la gracia de pararse ante la verja. Le daría una sorpresa: lo cierto era que, a él, aquello de los huertos ni le iba ni le venía, pero su Begoña estaba que trinaba porque no podía tener uno. Una más. Así, en lugar de llevar la florida maceta a casa de su novia, la colgó de la verja con tino, y, para que la sorpresa fuera completa, se tomó el tiempo de colgar unas letras en las que, claramente, se podía leer que era un huerto, eso sí, vertical.

Fue a recoger a su novia Begoña a su casa, la de los padres de ella, donde vivía a la sazón, y la llevó de vuelta, a paso lento y con conversación feliz, hacia el huerto para mostrarle la maceta florida con que deseaba homenajear su amor. A su llegada, vieron ambos sorprendidos cómo había afluido el alegre vecindario y, siguiendo la afortunada iniciativa del novio, habían dado forma, entre todos como en los buenos momentos, a un completo huerto en que colgaban las más diversas y bellas macetas, de entre las que, aquel día, destacó la ofrecida por el feliz novio a su sorprendida Begoña.

Microrrelato: Vena sentimental. La humanidad recobrada.

Una historia sobre el amor revivido a través de la memoria.

Un microrrelato sobre el hombre de carácter duro que recupera la memoria de una vida sentimental pasada, recobrando su humanidad.

El tiempo estaba un poco gris. Sin embargo, se animó a salir a la calle, pensativo como estaba. Hombre por lo común frío, le había entrado cierta vena sentimental, absolutamente inesperada, aquella tarde de domingo que, en otras ocasiones, ya le hubiera llevado a pensar en el trabajo a la vuelta de la esquina con la llegada del lunes. Se preguntaba si, cuando la amaba por las mañanas, tanto tiempo atrás, había sido capaz de transmitirle todo su amor, si ella supo que, más allá de la masculina coraza de un carácter duro, estaba lleno de ternura por dentro gracias a ella.

Tantos años habían pasado y él no había recaído en el sentimiento romántico. Desengañado tanto tiempo, quizá porque por entonces se sintió vulnerable en su masculina frialdad, arquetipo de tiempos de antaño, hoy empezaba a notar una emoción viva en su interior. La fuerza de la memoria hizo presente la figura de aquella extraña amante a través de la ideación de la mente y, con los párpados cerrados y los ojos del corazón muy abiertos, sintió un escalofrío recorrer su interior. Ante sí escuchó el gorjeo de pájaros y creyó que eran ángeles. Abrió los ojos y vio que no eran más que un grupo de cotorras y palomas que se habían posado ante su figura. Miró al cielo y vio un claro. Le cayó una lágrima y se dio cuenta de que, ante aquellos pájaros, había recobrado su humanidad.

Microrrelato: Un mundo paralelo. Historia de un inmigrante.

El paraíso de un inmigrante.

Un microrrelato sobre el inmigrante que se enfrenta al cotidiano subsistir para, finalmente, hallar la paz en un mundo paralelo.

Despertarse un día gris y salir, por necesidad, a la intemperie. Recorrer a pie zonas despobladas con el ánimo cada vez más decaído, a juego con ese día nublado tan poco digno de gracia.

Con las piernas algo cansadas ya de un deambular constante, entre contenedores de basura y papeleras de donde sacar algo de ropa o, con un poco de suerte, metal que malvender, saca fuerzas de flaqueza en su cotidiano enfrentarse a las desventuras con que le ha obsequiado el destino. Cuando proyecta la mirada hacia un bonito parque que atisba a través del hueco de una puerta metálica, por donde se anima a adentrarse.

Allí descubre un mundo paralelo, donde la gente sonríe al prójimo sin necesidad de que haya confluencia de intereses, le dirige la palabra sin atender a clases sociales, sin distinguir entre ropas harapientas y tipos señoriales. Un parque en el que va saliendo el sol y los ánimos se alegran. Es el paraíso que soñó en su deambular cotidiano este inmigrante que, perdida la conciencia de la vida mundana cuando su cuerpo yace exánime sobre el asfalto de una calle cualquiera, vive ya en un más allá.

Pensamientos: Sueños. Ilusiones y autoconocimiento.

Una reflexión sobre lo que significan los sueños para nosotros.

Pensamientos en torno a lo que son para nosotros los sueños, que atraviesan las sombras de la noche pero también la vigilia, ofreciéndonos ilusiones y, por otro lado, autoconocimiento.

Sueños son lo que uno vive en nocturno descanso, atravesado el límite que se impone en los horizontes de la vigilia. Sentir que se vive, y quizá vivir cayendo en la cuenta de que no ha hecho falta una experiencia material. Que la vivencia anímica ya de por sí le ha servido a uno para enriquecer su bagaje personal. En un camino, el de las sombras  de la noche, que nos otorga una certera luz. Regalando una chispa más de energía a nuestra conciencia, que, con ello, avanza en la aventura del autoconocimiento revelado.

Sueños son, también, zonas oscuras que no quisiéramos ver pero se nos muestran en el momento de la guardia baja. Son la huida de lo real que retrasa y retrasa el despertar hasta caer en la inactividad. Sueños, en fin, son lo que vivimos en la vigilia cuando nos abstraemos en nuestra personal imaginación: proyecciones de realidades futuras o, simplemente, proyecciones de nosotros mismos. Sueños que, a veces, se convierten en realidades y otras veces nos dan el disgusto de la decepción de una ilusión demasiado distorsionada.

El sueño es el complemento de la vigilia, la otra cara de la moneda. Es descanso y es placer. También puede ser sufrimiento. Sueño es algo en lo que no me miento, que me descubre verdades ocultas; pero sueño también es ese velo que corro sobre mí mismo. Soñar despierto no equivale a soñar dormido y, para tener conciencia durante el día, solemos olvidar la noche. Días y noches, sueño y vigilia. Ilusiones y autoconocimiento. Vivir en la actividad y el descanso reconstituyente. Al final, todo es un ciclo.