Microrrelato: Cuarenta primaveras. Sobre dos vidas unidas.

Breve narración que hace balance sobre una pareja ya en los cuarenta.

Microrrelato que echa la vista atrás a la relación de una pareja que, ya, entra en sus cuarenta primaveras.

Te digo que la manera en que te mueves me hace fijar los ojos en ti, en tu cadera y esas piernas tan ceñidas por el vaquero ajustado. Como si el tiempo no hubiera pasado por nuestras vidas y esta relación estuviera en sus más tiernos inicios, como si los otoños no hubieran sucedido a tantos veranos. Pensando que, con nuestras cuarenta primaveras a cuestas, transitamos la mitad de nuestras vidas aprendiendo a vivir, a mirar, a respirar… a defendernos del prójimo… y que la otra mitad, hasta llegar al día de hoy, la hemos recorrido juntos. Juntos como caminamos hacia el fututo senil, habiendo dejado el fruto de nuestra pequeña prole, que crece y se consolida en el camino hacia una vida regida por su propio timón.

Ralentizas tu paso y, ahora, es tu brazo el que se deleita rodeando mi cadera, acompañando el gesto tierno de una voz leve y  melodiosa que me hace sonreír cuando ya vamos llegando al restaurante para celebrar ese día tan señalado, que no es un aniversario de bodas pero sí recuerda, de manera fija, aquel día en que, ingenuos del porvenir, iniciamos nuestro juvenil noviazgo.

Entre libros: Sobre la lectura y sus temas. A vueltas.

Reflexión sobre las lecturas del autor y su nuevo rumbo.

Me muevo aquí entre libros leídos y trato de mis inquietudes, que van tomando un rumbo ya no limitado a la narrativa, sino que se enriquece leyendo sobre temas diversos.

Durante muchos años, quien esto escribe ha antepuesto la lectura de ficción a cualquier otro género. Había en ello una voluntad de alimentarme de literatura, enriquecerme de lecturas en la convicción de que uno, así, alimenta su imaginación, dándole forma, pulimento y músculo. El goce procurado por la ficción ha sido, para mí, inmenso.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte he roto el tabú que tendía a esta suerte de especialización, adentrándome no sólo en la prosa autobiográfica, literatura al fin, sino en el ensayo sociológico o mi tantos años añorada filosofía. Y creo que ha sido más bien una necesaria obsesión la intensidad de lecturas de ficción, que debía durar hasta colmar mi necesidad de dar consistencia a la propia imaginación. Una vez llegado a ese punto, uno empieza a gozar del distanciamiento de la literatura, para luego volver a ella en una suerte de necesidad que colma con un mayor deleite, y descubre que, también temáticas aparentemente alejadas, enriquecen la propia literatura.

Entiende uno, así, el consejo que daba un adorado escritor, según el cual uno debe leer de todo. Además, de una recepción placentera en la lectura de autores que mezclan la autobiografía, el ensayo y la narrativa entendida al modo tradicional, llega luego uno a una comprensión consciente. Quizá, para ir concluyendo, sea más enriquecedor un conocimiento no ya especializado, sino aquel que abarque el abanico de inquietudes diversas que, a uno, se le van planteando a lo largo de la vida.

Microrrelato: Vivían en la ciudad del mar. Un amor.

Historia de un amor que surge en una ciudad costera y perdura a lo largo de la vida.

Microrrelato sobre una pareja que descubre su amor en la juventud y ve cómo, con el transcurso de la vida, este supera todas las fronteras.

Vivían en la ciudad del mar. Se lo dijeron tantas veces porque, extraños ambos a aquellas tierras antaño, fue allí donde se conocieron. Cruzaron sus miradas en un aula de la universidad, cuando él ya estaba concluyendo sus estudios y ella impartía ya sus primeras clases. Sí, los ojos de la profesora desde la tarima confluyeron con los del estudiante aventajado y rebelde en los bancos de los alumnos. Hacía tanto tiempo de aquello, cuando aún no habían descubierto las fluctuaciones de su relación, cuando tuvieron el primer despertar a la vida adulta a través de la conciencia del enamoramiento.

Y, sin embargo, tras las infidelidades de él, tras el nacimiento de la inquietud sentimental hacia la mujer en ella, crisis y heridas de las que resurgió su amor con la solidez de las lagunas cubiertas, de los misterios resueltos, confluían de nuevo, paseando en atardeceres mágicos por el puerto de Barcelona y rehacían el rompecabezas de su relación. Porque, al fin, sabían que lo suyo trascendía tentaciones terrenas y se lanzaba a la magia de lo inexplicable. Más allá de toda ciencia, hermanado con una magia de la que no tenían conocimientos y sí vivencia. Eran, ella, eran, él, una pareja completa.

Microrrelato: Ciudades. Un viaje de ida y vuelta.

Una historia sobre dos ciudades.

Microrrelato que declara una voluntad de cambiar de ciudad de residencia, en busca de Florencia, con su arte y el amor de juventud que allí reside.

El tiempo refresca en la ciudad, engañando al verano con una sensación aparentemente otoñal. Y no han sido más que las primeras lluvias de agosto. En este mes recién estrenado, cuando uno ha salido, temprano por la mañana, en busca del encuentro con la calle, ha encontrado repentinamente la clarividencia. Dejará esta ciudad, antaño envolvente y mágica, luego turística hasta el exceso y, ahora, lugar decaído que, sin embargo, ha logrado transmitirle a uno, con el paso de los años y con un poso que se nota a día de hoy, su cercanía sentimental.

Dejará uno a los amigos próximos cuyo afecto ha ido enhebrando por el camino, dejará el empleo que tanto le costó encontrar y volará a Florencia, detrás del amor de juventud que vive allí, quién sabe si casada y arraigada en afectos nuevos difíciles de reemplazar; irá en busca de la ciudad que le encandiló en aquellos años pretéritos, dejándole la huella de su luz al atardecer y de su arte. Irá por puro romanticismo y por pasión artística.

Y dejará un mundo atrás. El mundo de esta ciudad que habita hoy aún y en la que siempre creyó que echaría unas raíces relativas. Se irá sin certezas ni tristezas. Abrirá un tiempo nuevo en su vida. Quizá, esta vez, eche por fin raíces en un lugar para siempre. Quizá reencuentre su amor de antaño. Igual encuentre de nuevo aquella luz que le impresionó tiempo atrás, ame de nuevo a quien ya fue amada por él. Y quizá tan sólo suceda que, en su viaje de escape, halle una temporada de desesperación tras el desencanto provocado por ilusiones rotas, regresando a esta ciudad que sí había surcado ya sus emociones y le había entregado espacios vitales. Quizá, sí, vuelva a morir donde creció su padre.

Entre libros: El bueno de Ernest. Entre el placer y la memoria.

En torno a la lectura y recuerdos: Ernest Hemingway.

Una pequeña reflexión en torno a mi lectura de Adiós a las armas y mi relación con el mito de Ernest Hemingway.

He experimentado hace poco el extraño placer de leer a Hemingway en extenso. Digo en extenso porque, habiendo leído narrativa suya de corte más breve, es la primera vez que abordo una novela suya.

Adiós a las armas, la obra en cuestión, me ha llevado a rememorar aquellos años de juventud en que se me inculcó el interés por este mito, y la ilusión que pude transmitir a personas cercanas de entonces hacia su novela breve, hito de felicidad para los tiempos sombríos de mi juventud, El viejo y el mar.

Pero estaba hablándoos de Adiós a las armas, una obra a la que agradezco un par de semanas de estupendo entretenimiento gracias a una historia estupenda, dinámica a más no poder y con unos diálogos brillantes. Lástima que el bueno de Ernest deje caer con excesiva facilidad el recurso a la copa de alcohol a lo largo de sus páginas.

Lo que me ha generado la fluidez de la prosa en esta obra de Hemingway es, para concluir, afecto renovado hacia tan famoso personaje, pero también cierto sano desengaño hacia el mito para ver que, detrás, no había más que un destacado escritor, que no deslumbra con su novela pero sí alumbra. Ilumina.