Aquí trato de los recuerdos que me trae el pueblo donde naciera mi padre, espacio de mis juegos infantiles.
El ambiente natural de los veranos de mi infancia definió una parte importante del carácter que se iba abriendo paso en la vida de forma tan temprana. Los animales, el entorno de campesinos, la vastedad de los espacios donde uno podía jugar, abrían de par en par el corazón del niño para hacer que su ser se expandiera.
El verano rural contrastaba con nuestra vida habitual urbanita, en la ciudad de Madrid. Era el pueblo donde nació mi padre aquel lugar mágico. Un lugar del que, con la llegada de la adolescencia, me fui desvinculando para, una vez acaecida la trágica pérdida de la figura paterna, precisamente herido de manera definitiva cuando se dirigía al lugar que le vio nacer, volver en una edad ya más madura. El lugar ha inspirado algunos de mis mejores textos, como Escapada, que podéis leer en la colección Hacia la musa. Relatos del amor perseguido. Tras unos cuantos años en que parecía ir decayendo en vitalidad, con la pérdida de sus habitantes y las tradiciones agrarias, vive un nuevo florecimiento que, esperemos, se prolongue en el tiempo. Larga vida al pueblo.