Microrrelato: La entrega. Derivas y encuentros.

Narración breve sobre la pérdida y el encuentro amoroso final.

Microrrelato que narra la deriva ante la pérdida de la amada y el camino hacia el encuentro del destino final.

Sumido en el desconcierto, cae entre las sábanas. El día agotado, se siente héroe. Con la perspectiva de un sueño dulce, apagadas las luces, cierra los ojos y se invita al descanso. Sin embargo, la mente se agita y el corazón palpita en la ausencia de la amada. Preocupación, cavilar, miedo a sentirse desposeído del cariño que le ha acompañado en el trayecto de la madurez. Años de comunión romántica darán paso, de la noche turbulenta al día claro, a una realidad que se le hará diáfana en la vigilia de su lucidez, en las noches sin descanso. Cae en la deriva, se siente perdido, se va apagando. Por fin, una llama. Un hálito de vida, de nuevo surge esa extraña química en una comunión que es todavía espiritual. Vaga y divaga, esta vez llenando de sentido la mente y el alma. La observa, la escucha. No la toca, como una mariposa de frágil aleteo la siente, escondida tras su caparazón de águila imperial. Intiman, acaricia sus alas que, a ratos vulnerables y a ratos impetuosas, le trasmiten un modo de ser, de vivir. Junto a ella se da cuenta, al fin, de que uno, además de la necesidad de ser él mismo, sólido y constituido, tiene la misión de comunicar al otro. Empieza, por fin, a entender su destino. Se proyecta, se lanza y se entrega.

Microrrelato: Pelirroja de ojos verdes. Amor fugaz.

Narración breve sobre un encuentro amoroso.

Microrrelato que narra el encuentro entre un hombre maduro y una mujer joven del que surge la magia del amor pleno y fugaz.

Cubría el cielo un manto de nubes mientras Guillermo se dirigía hacia el punto de encuentro. El tranvía iba lleno de pasajeros, una mezcla de trabajadores que volvían exhaustos pero triunfantes de la brega diaria y gitanos inmersos en su mundo propio, salvaje, inconsciente, peligroso y pintoresco. El uso de mascarillas, si bien obligatorio, ya era bastante laxo debido al hastío derivado de tanto tiempo de pandemia, una pandemia que ya había mermado su capacidad de peligro. Sin paraguas, tan sólo con el instinto despierto para entrar en la cercana estación de metro raudo si echaba a llover, se acercó a la entrada del museo. Allí, sus ojos cincuentones vieron una mujer en los treinta, cabello pelirrojo y vestido ocre que mostraba una hermosa sonrisa a la vida a través de una boca grande que venía enmarcada por unos ojos verdes que combinaban con sus zapatos de piel.

La mujer se detuvo y Guillermo fijó su atención en aquellos zapatos que, como los suyos, eran fruto del buen hacer de una marca inglesa de calzado urbano con mucha historia. No hacía frío. Más bien, gozaban de una temperatura agradable y templada para la época del año. Sobre el vestido ocre, ella llevaba un abrigo rojo. Aquellos ojos verdes, que de repente se habían posado en los zapatos, ella quieta ante aquel desconocido, alzaron la mirada hacia Guillermo.

Fue así como, con quince años de diferencia en el devenir de la existencia, cruzaron por primera vez unas miradas que inmediatamente descubrieron el magnetismo del otro. El camino hacia un amor fugaz, en un hombre que vería el hilo de su vida extinguido tras un suspiro de plenitud, en una mujer que conservaría para siempre la huella del amor perdurable. Brevedad y plenitud de un amor imprevisto.

Microrrelato: La identidad de su sexo. Adentrándose en los jardines.

Narración sobre el descubrimiento tardío de la identidad sexual.

Microrrelato que trata sobre el descubrimiento tardío de la identidad sexual, al encuentro de la esculpida belleza femenina.

Era sábado, un día invernal que le regaló una estupenda mañana de sol para su pequeña excursión. Nunca había estado en aquel parque, siempre limitado por las mismas zonas de la ciudad. Lo cierto fue que, cuando se adentró en él cargando con la pequeña bolsa que contenía agua, bocadillo y lectura para alargar la estancia, se alegró del buen rollo que reinaba entre jóvenes, turistas, amantes del yoga, maduras parejas, amigos tranquilos y algún, como era su caso, paseante solitario.

Fue adentrarse en aquellos jardines e ir descubriendo figuras esculpidas de femeninas esencias. Belleza en sí, la delicadeza de formas de aquellas mujeres pétreas le hacía preguntarse por su inaccesibilidad. Plantado ante una desnuda mujer rodeada de agua, observándola desde la distancia que le separaba de la hierba bien cuidada, se preguntaba si toda su vida en torno a la mujer no había carecido de aquella plenitud que, junto a ella, de una manera o de otra, en la comunión de sexo o en la del alma, hubiera existido si no hubiera despertado a una edad más temprana aquel adolescente deseo por el arte griego, por los artistas del Renacimiento y los filósofos que llevaron la luz a Atenas y, de allí, al mundo. Miró hacia el cielo, dibujó una sonrisa que le llevaba directo al Paraíso y descubrió, a una edad tardía, la identidad de su sexo. Diciéndose que aún quedaba trayecto por recorrer en esta vida que tanto se presta al juego de máscaras.

Microrrelato: Cuarenta primaveras. Sobre dos vidas unidas.

Breve narración que hace balance sobre una pareja ya en los cuarenta.

Microrrelato que echa la vista atrás a la relación de una pareja que, ya, entra en sus cuarenta primaveras.

Te digo que la manera en que te mueves me hace fijar los ojos en ti, en tu cadera y esas piernas tan ceñidas por el vaquero ajustado. Como si el tiempo no hubiera pasado por nuestras vidas y esta relación estuviera en sus más tiernos inicios, como si los otoños no hubieran sucedido a tantos veranos. Pensando que, con nuestras cuarenta primaveras a cuestas, transitamos la mitad de nuestras vidas aprendiendo a vivir, a mirar, a respirar… a defendernos del prójimo… y que la otra mitad, hasta llegar al día de hoy, la hemos recorrido juntos. Juntos como caminamos hacia el fututo senil, habiendo dejado el fruto de nuestra pequeña prole, que crece y se consolida en el camino hacia una vida regida por su propio timón.

Ralentizas tu paso y, ahora, es tu brazo el que se deleita rodeando mi cadera, acompañando el gesto tierno de una voz leve y  melodiosa que me hace sonreír cuando ya vamos llegando al restaurante para celebrar ese día tan señalado, que no es un aniversario de bodas pero sí recuerda, de manera fija, aquel día en que, ingenuos del porvenir, iniciamos nuestro juvenil noviazgo.

Microrrelato: Vivían en la ciudad del mar. Un amor.

Historia de un amor que surge en una ciudad costera y perdura a lo largo de la vida.

Microrrelato sobre una pareja que descubre su amor en la juventud y ve cómo, con el transcurso de la vida, este supera todas las fronteras.

Vivían en la ciudad del mar. Se lo dijeron tantas veces porque, extraños ambos a aquellas tierras antaño, fue allí donde se conocieron. Cruzaron sus miradas en un aula de la universidad, cuando él ya estaba concluyendo sus estudios y ella impartía ya sus primeras clases. Sí, los ojos de la profesora desde la tarima confluyeron con los del estudiante aventajado y rebelde en los bancos de los alumnos. Hacía tanto tiempo de aquello, cuando aún no habían descubierto las fluctuaciones de su relación, cuando tuvieron el primer despertar a la vida adulta a través de la conciencia del enamoramiento.

Y, sin embargo, tras las infidelidades de él, tras el nacimiento de la inquietud sentimental hacia la mujer en ella, crisis y heridas de las que resurgió su amor con la solidez de las lagunas cubiertas, de los misterios resueltos, confluían de nuevo, paseando en atardeceres mágicos por el puerto de Barcelona y rehacían el rompecabezas de su relación. Porque, al fin, sabían que lo suyo trascendía tentaciones terrenas y se lanzaba a la magia de lo inexplicable. Más allá de toda ciencia, hermanado con una magia de la que no tenían conocimientos y sí vivencia. Eran, ella, eran, él, una pareja completa.