Cuando leer es un placer. Hace muchos años, descubrí al autor japonés Kenzaburo Oé gracias a la correspondencia que mantuvo a través de la prensa con el también escritor Mario Vargas Llosa. Por aquel entonces, este último, muy reconocido ya, no había obtenido aún el premio Nobel. Hoy en día figuran ambos en la lista de los literatos galardonados.
Es curioso que ambos han ejercido un hondo influjo en mi vocación: Vargas Llosa, por la posibilidad que tuve, cuando aún era un veinteañero, de ser testigo de una presentación suya, cosa que repetí unos años más tarde. Pero también por la mitología que de él se han ido creando las voces del entorno de este ciudadano vocacional que escribe. Uno tiene en tal consideración a esta clase de figuras que tarda en sentir llegado el momento idóneo para su lectura y, en mi caso, tan sólo he abordado, hace ya unos años, su obra Conversación en la catedral, además de algunos de sus inestimables ensayos literarios. En cuanto a Kenzaburo Oé, leí un par de obras suyas mientras estudiaba en la universidad, y me caló hondo Cartas a los años de nostalgia, novela que aún conservo.
Siguiendo el hilo de las lecturas breves y de letra generosa que invitan a leer con el fin de dar por satisfecha la lectura con celeridad, empecé a leer la novela corta de Kenzaburo Oé La presa, libro que, como viene siendo costumbre de un tiempo a esta parte, compré en el mercado de segunda mano a precio de ganga. Si bien el prólogo que precede a la obra anticipa, para mi gusto, demasiado el contenido de la misma, adentrándose en la lectura descubre uno que no hay voz como la del autor para transmitirnos la historia y no tarda en sumergirse el lector en la obra.
Un grupo de niños en una aldea de cazadores, un avión enemigo que se estrella en las proximidades y un único superviviente del mismo, un hombre negro al que se hace preso. Estos elementos dan lugar a la historia que nos lleva por las páginas de esta obra que transmite, vitalidad a raudales pero también una dosis inesperada de miedo. Y, todo ello, a través de la voz de un niño en quien somos testigos de algo tan universal y difícil de transmitir como es el cambio de la conciencia humana derivado del crecimiento. Cuando leer es un placer.