Microrrelato: Por amor al arte. Sentimientos inesperados.

Narración sobre el amor a partir del cine.

Microrrelato que narra cómo, en un día veraniego de aparente apatía, surge una relación inesperada a través del influjo del arte.

El día se presentaba negro: el calor derretía cualquier voluntad de hacer algo provechoso y el opresivo ambiente doméstico, del que el calor incapacitante me hacía inevitablemente víctima, no hacía sino aumentar el círculo vicioso de un estado pasivo y deprimido. Viendo el fin de semana pasar ante mí.

A media tarde, sin embargo, después de mi enésima siesta del día, se me ocurrió abrir la puerta del balcón y salir para satisfacer mi curiosidad por conocer el estado de las cosas ahí fuera. Para mi sorpresa, eran ya las seis de la tarde, el calor había decaído y se veía bastante gente en la calle, de un lado para otro. Ellos sí, en busca de su momento feliz: la noche del sábado.

Me animé y, como no tenía grandes planes, me acicalé y me planté, junto con mi amigo, el muy afectuoso pero persistente hasta la pesadez en lo relativo a las artes don Pedro, que así llamaba yo a Pedrito, en la puerta del cine. Una película que, como no podía ser de otro modo, había propuesto él.

Resultó tratarse de una peli con un fuerte componente gay, una gran sensibilidad y alguna escena picantona. Yo disfruté del metraje sin pararme a pensar en mayores trascendencias. Cuando salimos, como tantas otras veces, el gordito Pedro me invitó a cenar en su elegante piso de la zona alta, no muy lejos de allí. Nada más llegar a su casa, noté como le invadía un aire de solemnidad: el modo de quitarse el sombrero que le acompañaba a todas partes, el tono de voz, los movimientos de las manos o la expresión de su mirada.

Allí, cenando una ensalada con pescado y vino blanco, la conversación se animó como tantas otras veces pero, esta vez, acabó por emerger, animada por el buen vino, la magia que nos había transmitido la reciente sesión de cine. Inmersos en ese aire de romanticismo al que invitaba la película, nos dejamos llevar por novedosos sentimientos. Quizá, si hubiera sido una inspiradora película del Oeste hubiéramos acabado pegando tiros con pistolas simuladas en el balcón de su casa pero el caso fue que, de tanto arte, acabó surgiendo el amor.

Microrrelato: Deseo. Del clasicismo a la irracionalidad.

Narración en que el protagonista muta del amor clásico a deseo irracional.

Microrrelato en que, a partir de la meditación provocada por la lectura de una novela, un hombre se ve trasladado del amor clásico a un deseo irracional.

Sumido en una profunda meditación en mi butaca a media tarde, en un pequeño receso en la lectura del extenso volumen que conforma la novela que me tiene absorto, evoco a través de mi imaginación la isla donde se ambienta la acción, el cabello corto que enmarca la tez blanca de un rostro con ojos achinados en su protagonista femenina, las medallas que cuelgan del asombroso héroe que, en el ruedo político, se atreve a ser el primero en enarbolar la bandera ante el pueblo enfebrecido y, en la acción de la intimidad, sabe ser un amante conocedor de la profundidad del significado de la palabra amor, que manifiesta en sus caricias a la mujer con quien recientemente se ha unido en matrimonio, en la forma de enlazarse con ella, dejarse llevar y atraerla, también a sus ritmos, fantasías e instintos más directos.

Y, consciente de aquel amor romántico que me hipnotizó durante la adolescencia, dejándome turbado, herido y sin conquista, me alegro de la consolidación en los vientos amorosos de mi alma de un aire marcadamente clásico: consistente, lúcido y ponderado, que sé aliñar con una adecuada dosis de instinto. Sereno y templado, salgo confiado al encuentro de esa mujer rubia de cabello largo y ojos almendrados que conozco desde tanto tiempo atrás. Una amiga de la que nunca he pretendido otra cosa que su afecto. Sin embargo, ese día algo cambia en mí y mi mente se abre a desearla, con un ardor cada vez más vivo a medida que me acerco a nuestro punto de encuentro. Es verla y notar en sus ojos que ha identificado ese deseo mío. Verla acercarse y lanzarse a mí desata mis más huracanadas pulsiones y, en un plis, pierdo todo ese raciocinio cultivado a través de la palabra de los clásicos para volcarme en el deseo más irracional, la consumación que palpita, se compromete y transmite sus esencias sin coste en pos de una felicidad compartida.

Microrrelato: Tu juventud. Felicidad a contracorriente.

Breve narración sobre la pasión entre juventud y madurez.

Microrrelato que ensalza la pasión entre la juventud y la madurez a contracorriente de las convenciones.

Medrar entre pensamientos dispersos con la mente nublada por el cansancio. Veo tu imagen en mi mente, tan reciente como esta noche pasada que ya ha dado paso al día, y me pregunto si tu juventud resistirá los envites de la edad. Me pregunto si el sexo que nos regalamos tendrá consecuencias en ese afecto nuestro que podría ser casi paterno filial. A contracorriente de ello, me siento vivo, convencido de la virtud feliz de nuestra entrega noctámbula a la caricia y el furor. Y no sé ya si es que la convención acabará por romper esta existencia mía que, a base de ser fiel a sí misma y aceptar las sorpresas que se depara, se ha ido expandiendo como como un globo. Un globo que se va hinchando para, quizá, estallar. Explotemos los dos juntos: tu juventud y mi madurez en un equilibrio que no disponen los mapas de la sociedad contemporánea.

Microrrelato: Cuarenta primaveras. Sobre dos vidas unidas.

Breve narración que hace balance sobre una pareja ya en los cuarenta.

Microrrelato que echa la vista atrás a la relación de una pareja que, ya, entra en sus cuarenta primaveras.

Te digo que la manera en que te mueves me hace fijar los ojos en ti, en tu cadera y esas piernas tan ceñidas por el vaquero ajustado. Como si el tiempo no hubiera pasado por nuestras vidas y esta relación estuviera en sus más tiernos inicios, como si los otoños no hubieran sucedido a tantos veranos. Pensando que, con nuestras cuarenta primaveras a cuestas, transitamos la mitad de nuestras vidas aprendiendo a vivir, a mirar, a respirar… a defendernos del prójimo… y que la otra mitad, hasta llegar al día de hoy, la hemos recorrido juntos. Juntos como caminamos hacia el fututo senil, habiendo dejado el fruto de nuestra pequeña prole, que crece y se consolida en el camino hacia una vida regida por su propio timón.

Ralentizas tu paso y, ahora, es tu brazo el que se deleita rodeando mi cadera, acompañando el gesto tierno de una voz leve y  melodiosa que me hace sonreír cuando ya vamos llegando al restaurante para celebrar ese día tan señalado, que no es un aniversario de bodas pero sí recuerda, de manera fija, aquel día en que, ingenuos del porvenir, iniciamos nuestro juvenil noviazgo.

Microrrelato: Vivían en la ciudad del mar. Un amor.

Historia de un amor que surge en una ciudad costera y perdura a lo largo de la vida.

Microrrelato sobre una pareja que descubre su amor en la juventud y ve cómo, con el transcurso de la vida, este supera todas las fronteras.

Vivían en la ciudad del mar. Se lo dijeron tantas veces porque, extraños ambos a aquellas tierras antaño, fue allí donde se conocieron. Cruzaron sus miradas en un aula de la universidad, cuando él ya estaba concluyendo sus estudios y ella impartía ya sus primeras clases. Sí, los ojos de la profesora desde la tarima confluyeron con los del estudiante aventajado y rebelde en los bancos de los alumnos. Hacía tanto tiempo de aquello, cuando aún no habían descubierto las fluctuaciones de su relación, cuando tuvieron el primer despertar a la vida adulta a través de la conciencia del enamoramiento.

Y, sin embargo, tras las infidelidades de él, tras el nacimiento de la inquietud sentimental hacia la mujer en ella, crisis y heridas de las que resurgió su amor con la solidez de las lagunas cubiertas, de los misterios resueltos, confluían de nuevo, paseando en atardeceres mágicos por el puerto de Barcelona y rehacían el rompecabezas de su relación. Porque, al fin, sabían que lo suyo trascendía tentaciones terrenas y se lanzaba a la magia de lo inexplicable. Más allá de toda ciencia, hermanado con una magia de la que no tenían conocimientos y sí vivencia. Eran, ella, eran, él, una pareja completa.